De profundis

Amor, desperté en este día, preguntando al océano
qué razones había para enlazarme contigo,
para volar al unísono, inventándolo todo

Me di cuenta que no eran
ni tus adorados pechos
Ni tu talle tan terso
Ni tu sonrisa tan franca
Ni ese pelo enhebrado
Ni tu voz entonada

Ni tu cálida risa,
Ni tu lumbre de invierno,
Ni tus discursos de cambios
Ni esos muslos turgentes cual columnas romanas

No fue el fuego candente de tu paso cimbreado
Ni tu inteligente mirada
Ni la osadía cómplice de trepar las montañas
Ni tu suave perfume al tenerte enlazada

Ni las rabias mensuales que acepté resignado
Ni el ansia cotidiana de escuchar tu palabra
Ni tus celos intuitivos
Ni mis maldiciones teatrales ante tus jodidas razones
Tampoco creo que sea por nuestras reconciliaciones

No ha sido tu reir
Ni tus besos de fresa
Ni los tres hijos que me diste
Ni mi perro que apellidaste "¡fuera!"

Ni el compañerismo que venció contingencias
Ni tu buena mano para cocinar fantasías
Ni tu amor dedicado
Ni tu absorbente aura protegiendo mis pasos
Ni los ángeles que siempre están de tu lado

Ni la pasión permanente, enarbolada en la almohada
Ni los atardeceres de paz cuando la garúa cantaba
Ni los tangos que aprendimos desnudos
Ni el castillo de flores que me has regalado

No fue nuestra epopeya, no han sido tus rabietas
Ni el puñado de versos que escribía en tu espalda

Nada de eso resulta de veras importante
Lo que siento por ti rebasó la cordura

Indecible el amor embargó mis sentidos

Te amo furibundo y quedo descolgado
filósofo trasnochado, preguntando pavadas.