Portuarios


Crujen los portalones su millaje de truenos. Se despliega el silbato que inaugura la jornada. Las espías amarradas al muelle balancean sus juegos. Son los gruesos cordajes de una danza interminable por donde descienden las auroras a mojar su pelo, asomándose como niñas a los aromas de tabacos lejanos, a los granos de café, al vuelo negro de los petróleos de oriente.

La bahía está reiniciando su ciclo interminable. Las eslingas se tensan y la sangre de la tierra circula los hemisferios en su hermético ritmo de metales.

El portuario arremete contra el tiempo, infatigable equipo de mente poderosa. Los barcos despliegan cortas recaladas, los marineros languidecen sin amores, preocupados de contar apresurados sus cajas metálicas.

Todo se cuadricula en los puertos modernos. Pareciera que no hay lugar para los sueños ni para un poema clandestino a las amadas distantes.

Pero no es cierto. En el pecho acorazado de los puertos viven rosas rojas ungidas por los dioses de todos los océanos. En horabuena su energía teje sueños, plasma su ritmo ordenado, enarbola la sonrisa de las amistades, como venario que liga todos los litorales del planeta.

En cada puerto del mapa, erguido entre bultos arrumbados, en la salobre esencia del destino, un portuario apronta el gancho, calza la eslinga, iza la pluma, como permanente bandera del trabajo. Así circulan por el planeta las modernas creaciones metálicas o los fardos fenicios de eterno círculo. Sin que el tiempo rompa la odisea de los bultos fantasmas, con sus etiquetas misteriosas acuñadas por esos duendes traviesos que duermen enrollados en las garcias de cada nave forastera..

Los puertos mantienen, tras diferentes marcas y colores, la esencia de esos orígenes lejanos, donde hubo otros portuarios, acomodando en el regazo del mar, las riquezas del hombre.

Así, los portuarios se vertebran por el mundo, hermanados en su lenguaje de signos azules, ocupados de que prosiga el ritmo de la historia. Como nervios de la orilla, comunicando a esta patria que amanece, su vocación marítima irrenunciable.

El canto matinal sube por el pecho del portuario, rumbo a casa. Los cerros despiertan, el turno ha concluido, ya ingresan al muelle nuevos barcos. Despidiendo cada nave con la alegría del deber cumplido, el puerto continúa, las faenas no se detienen jamás.
 

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Tuesday, March 22, 2011 - 15:00

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Hernán Narbona Véliz

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