LA HISTORIA DE UN SOLDADO

Mis dedos pulsan la muerte
Cuando sin remordimiento alguno, aprietan
La fría media luna del gatillo
Y en el aire los casquillos son los ayes
Del inocente enemigo, a quién jamás he conocido.

Mas, para no ser presa fácil de la muerte comedida
Con sagacidad encontrar la forma debo, de acabarlo
Cortarle la garganta o clavarle en el pecho mí puñal
mojar mis manos con su sangre
sin dejar que su recuerdo me avasalle.

Así, fríamente, defiendo a mi madre… mi patria,
A ésta, que sin haberme parido
Y sin haberme dado ni un día de sustento…
Me entrenaron para preservar su vida
Aún a costa de la mía.

Y pienso en mi cucha, mi pobre vieja, mi madre,
Que teniendo como nieve la cabeza…
No pide nada… aún habiendo, la potestad en mí.
Tan sólo implora, un día más me vuelva a ver
Y besarme en su regazo, como cuando niño.

El paso de los días consiguen agobiarme…
Y el presente me es infiel,
Presa fácil soy de los insectos y alimañas, lejos
¡Quiero escaparme de este infierno…
Pero cada día me hundo más en él!

Hurgando en el follaje, agazapado como fiera
En busca de otro desdichado como yo
Quien también me busca, para saltarme a la garganta
Sin saber quién soy, pero ya me odia…
Aun sin conocerme.

Como bendición nos llega la malaria
Con fiebres delirantes en vastas convulsiones
Nos llegan los refuerzos, perentoriamente;
Unos ya no volverán, tocará decir que se extraviaron
El resto, a aliviarse y después, a reintegrarse...

Delalma